Menos idiotas que solo piensen en su futuro y más sabios que observen el presente

En realidad puede parecer un título bastante mala onda, pero es sencillamente lo que pienso. Aquellos que conocen mis principios, tienen más que claro que la tolerancia es un concepto muy importante para mí, y que me es de suma importancia tanto en lo personal como en lo colectivo. Algo lógico, por supuesto. Tú me toleras, yo te tolero; y cada uno tiene derecho a ser como es, siempre y cuando no pase a llevar la dignidad y los derechos del resto. Pero nuestras actitudes casi siempre pueden afectar, y yo sostengo -creo que Savater también, pero imaginemos que se me ocurrió a mí, ya no me acuerdo- que no necesariamente afectan cuando hacemos algo, si no que también pueden afectar cuando no estamos haciendo algo que deberíamos hacer. Y eso es lo que precisamente sucede con el tema ligado al título de esta nota.

Antes de continuar, me parece menester mencionar para los que nunca me leen (porque soy sumamente aburrido escribiendo), que llevo 19 años y fracción sumido en esta cosa a la que solemos llamar sociedad, y desde pequeñito he acostumbrado a analizar minuciosamente a las masas y a tener una visión sumamente crítica de ellas -recuerdo con mucho orgullo y nostalgia (ya que lo eliminé sin más) mi primer blog en línea «On the way to think: El blog del Pensamiento Reflexivo», donde con tan solo 11 o 12 años criticaba a la sociedad en verdaderos testamentos, y repudiaba, entre otras cosas, a la televisión y a los programas diseñados para poner más estúpida a la gente-.

El por qué de mi pasión por analizar -o «Alanizar», como me gusta llamarle al análisis que hace un Alanis- críticamente a la sociedad, debe estar explicado en mi brillantez como persona (bromeo, de hecho creo que no hay que ser muy inteligente como para darse cuenta de que la sociedad necesita una mejora urgente). En fin, continuando con el tema que nos convoca, quería expresar que ya estoy definitivamente convencido de que estamos rodeados de idiotas. Que conste que no me refiero a nadie a quien yo le tenga cariño o que sea mi amigo (evidentemente, no acostumbro a establecer lazos con los brutos).

Todos debemos de comprender que tan solo cegarse mirando al futuro es una estupidez. Dejar a un lado el presente, lo único que tenemos, y gastarnos el tiempo torturándonos para construir un futuro de goce total. Desde cierto punto de vista tal vez sea conveniente, pero yo creo que desde la perspectiva más realista, perder todo el tiempo del presente en el futuro próximo es absurdo. Imagínate que pasas todos los días de tu vida estudiando, sin darte un solo minuto de libertad, o imagínate que vives ahorrando dinero y te privas de miles de cosas. Bueno, está bien, ¿pero qué tal si te mueres mañana? Esa es quizá la visión más inmediatamente realista, y aterriza a cualquier soñador irracional, pero tampoco consiste en que abandonemos 100% el futuro, solo se trata de que las cosas deben tener un equilibrio. Y hoy en día gran parte de lo que veo en esta sociedad es a personas sumidas a tiempo completo en cosas que van a pasar (que podrían o no pasar) y no en lo que está pasando. Y así, amigos míos, es como muere una revolución. Bromeo. El punto es que estoy convencido de que gracias a esa actitud no avanzamos -o avanzamos muy lento-.

Con tan pocos sujetos mirando el presente y tratando de hacerlo mejor, y tantos alucinando con su tonto futuro como si fuera la única cosa que existe, se hace difícil el progreso. Porque mientras los que vemos de manera equilibrada el hoy y el mañana, esforzándonos por mantener ese equilibrio, hay muchos otros que solo se preocupan de sí mismos, y para colmo, además de ensimismarse, lo hacen con el futuro. Eso es criticable, porque nos afecta a todos. Y si lo llevamos al ámbito revolucionario de esta época (algo sumamente válido), lo podemos traducir inmediatamente en lo que sería una menor fuerza para la lucha contra las injusticias de este sistema. Quienes luchamos por el presente también luchamos por la justicia, y aquellos que se retiran de esa lucha, que se resisten a abrir los ojos, y que se dedican tan solo a sí mismos y a su futuro, están sencillamente renunciando a la posibilidad de construir un sistema más justo, están dejando de prestar atención a las situaciones de este preciso momento que requieren la más pronta asistencia.  Y eso es precisamente lo que este sistema político, social y económico desea. Si lo llevamos, ahora, al ámbito del desarrollo sustentable, podemos comprender que estamos condenándonos al mismísimo fin, porque mientras somos parte de esa primera generación que observa los efectos del cambio climático, y al mismo tiempo, la última que puede hacer algo para disminuir el daño, hay un gran puñado de sujetos que ni siquiera sabe lo que es el cambio climático y que no tiene idea de la urgencia del asunto porque sencillamente están todo el tiempo construyendo su futuro, sin darse cuenta de que ese egoísmo tal vez les cueste la vida a sus hijos o a ellos mismos en su vejez (y a todas las generaciones futuras, para ser sinceros).

Así es como podemos, fácilmente, darnos cuenta de que el tema de los idiotas que miran solo su futuro nos afecta a todos, nos afecta como civilización, y nos informa acerca de la urgente necesidad de personas sabias que miren el hoy y que luchen por el presente.

No vengo a escribir esta nota y a subirla en la red para que la lean y piensen «Oh, este sujeto se cree un intelectual», no. Porque para intelectual me falta bastante y no es un objetivo primordial para mi existencia. Tampoco escribo esto para que dejen de lado todos sus sueños y se sienten como mamertos a mirar el presente. No se trata de eso. Menos aun vengo a decir que todos son unos ciegos. Solo expongo mi crítica para hacer un pequeño llamado a aquellos que navegan en el egoísmo para que abran los ojos y le tomen un poco más de atención a lo que pasa hoy y a lo que pasa a su alrededor. No vaya a ser que con esos agujeros en la cubierta que tanto ignoran, el barco se les hunda y mueran ahogados, por ese vicio de mirar la alucinante tierra firme que se divisa a decenas de kilómetros. Basta de obedecerle tan ciegamente al sistema, es hora de cambiar los paradigmas y construir una sociedad mejor. Para eso necesitamos la cooperación de todos.

Observar, vivir y cambiar el presente no solo va a quitarnos la ceguera como sociedad, no solo ayudará a que progresemos más eficientemente, no solo permitirá salvar a los más necesitados y al planeta entero: también nos permitirá vivir en plenitud y alcanzar la tan añorada felicidad. No es tan difícil, solo es despegarse de esa tonta e hipnotizante pantalla hacia el futuro para mirar un poquito hacia el lado y al suelo en el que estamos.

«Carpe diem, quam minimum credula postero» (Aprovecha el día, no confíes en el mañana) – Horacio

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